El gobernador Miguel Riquelme rechaza cualquier posibilidad de aceptar un cargo en el gobierno de otro partido, expresando su desconfianza y falta de convicción en las actuales derrotas del PRI.
Aunque el partido ha sufrido reveses en los últimos años, Riquelme se muestra firme en su decisión, argumentando que sus convicciones no están alineadas con otras fuerzas políticas.
A pesar de su seguridad en la capacidad del PRI para regresar al poder, el gobernador señala que el actual Gobierno Federal está llevando al país al precipicio.
Advierte que los mexicanos se darán cuenta pronto de los desastres financieros, afirmando que las finanzas del Gobierno Federal no aguantarán más allá de este proceso electoral, ya que se han agotado todas las reservas y fideicomisos.
Riquelme critica a sus compañeros priistas que, al concluir sus mandatos estatales, aceptan nombramientos como embajadores en otros países.
Considera esta decisión como incorrecta, señalando que aquellos que lucharon en las batallas electorales no asumen su responsabilidad al aceptar roles diplomáticos.
En una conferencia de prensa, califica de «indigna» la forma en que el Gobierno Federal, a través de conferencias mañaneras, propone a exgobernadores como posibles embajadores, sugiriendo que estos actúan motivados por incentivos.
La desilusión y la desconfianza permea en las palabras de Riquelme, reflejando una profunda fractura dentro de las filas del PRI.